Creo que todos los que nos dedicamos a la fotografía de naturaleza, y en especial los que como yo tenemos una predilección por la botánica, encontramos como objeto de deseo para nuestros objetivos a dos grupos de plantas en particular: las orquídeas y los narcisos. En este pequeño artículo me voy a referir a los narcisos, dejando las orquídeas para otra ocasión.
En Aragón podemos disfrutar 11 especies de estas plantas, destacando principalmente la forma siempre “acampanada” de sus bellas flores en diferentes tonalidades de amarillo o blancas. Su nombre genérico hace referencia por la belleza de sus flores al mito griego de Narciso, joven que a decir del mito, era tan bello que se enamoro de su propio reflejo en el agua.
En adelante, me referiré a cada una de las especies por la nomenclatura empleada en el Atlas de la flora de Aragón confeccionado por el Instituto Pirenaico de Ecología, y que puede ser consultado por todo el mundo en Internet. Las 11 especies anteriormente referidas son:
- Narcissus alpestris
- N. assoanus
- N. asturianus jacetanus
- N. bulbocodium
- N. cantabricus
- N. dubius
- N. eugeniae
- N. poeticus
- N. pseudonarcissus
- N. rupicola
- N. triandrus pallidulus
Todas las especies de narcisos se caracterizan por su pronta floración (obviamente siempre en relación directa a la altura del lugar en que se encuentren), comenzando la mayoría de las especies a florecer a lo largo del mes de Marzo. Alguna más tempranera puede hacerlo incluso en Febrero, como es el caso del “precoz” Narcissus cantabricus, siendo normalmente la última en comenzar a abrir las flores a finales de Abril o principios de Mayo el N. poeticus (quizás porque para mi gusto es el más bello se hace esperar).
Estas plantas han colonizado una gran diversidad de ecosistemas, desde los prados de montaña hasta zonas totalmente humanizadas, pasando por terrenos boscosos o ecosistemas mediterráneos. Por ejemplo: Narcissus pseudonarcissus es común encontrarlo en los prados del Pirineo, así como a N. poeticus en los prados de la zona del valle de Benasque, N. eugeniae lo podemos encontrar en prados del Moncayo y entre rebollos cerca de Gallocanta, también N. asturianus jacetanus y N. alpestris son amantes de los prados de la zona de San Juan de la Peña. N. cantabricus, N. rupicola y N. assoanus tienen querencia por zonas menos húmedas y mas pedregosas, aunque a N. assoanus se le puede encontrar entre los pinares de los montes de Torrero en Zaragoza capital. N. triandrus pallidulus vive entre los rebollos adehesados en el Moncayo y bajo las jaras en Used, y como ejemplo de los ambientes humanizados decir que algunas poblaciones de N. dubius se encuentran entre almendros y cunetas de alguna antigua vía férrea cerca de El Temple.
Otra característica de los narcisos es la presencia de sustancias venenosas en toda la planta, que emplean básicamente para defenderse de los herbívoros (es normal ver prados donde pastan vacas y donde no se comen un narciso ni por casualidad), estas sustancias del tipo alcaloide parecen estar más concentradas en el bulbo. Estos bulbos, por su toxicidad, ya eran empleados en la antigüedad por los romanos en sus suicidios “rituales”.
Sólo me queda decir que a pesar de la gran belleza de estas flores, debemos contentarnos con llevarnos a casa su imagen en nuestra cámara y en nuestro recuerdo, pero dejando las flores en el lugar donde las encontremos para que algún otro amante de la naturaleza como nosotros las pueda disfrutar. Y por supuesto, muchísimo menos recolectar bulbos para el jardín, pues a día de hoy en cualquier garden center podemos encontrar multitud de variedades cultivadas para este fin. De este modo, conseguiremos que año tras año al fin del invierno, la belleza de las flores de los narcisos nos anuncien la llegada de la primavera y el despertar de la naturaleza.
José Ricardo Gracia.