Fotografía de naturaleza y haiku

Fotografía de naturaleza y haiku

Por Javier Gutiérrez Palacio (naturalezaypoesia.es)

 

 
Asombro
Una hoja
El dibujo del hielo

 

El haiku es un poema breve que expresa generalmente la admiración o el asombro ante una escena de la naturaleza:

 

Un viejo estanque
Salta una rana
Ruido de agua

 

Es éste seguramente el haiku más conocido, obra de Matsuo Basho, a quien suele considerarse el iniciador del género allá hacia el Siglo XVII en Japón. Desde entonces y hasta la actualidad el haiku se ha extendido por todo el mundo.

En ocasiones estos poemas traspasan la mera descripción de los detalles cotidianos y, aunque huyen de la subjetividad, llegan a expresar estados de ánimo y emociones, como en el siguiente  haiku del  haijin (poeta de haiku) Guekkio:

 

Todos los años
Sufro distinto al ver
Marcharse la primavera

 

 Con frecuencia contienen una referencia a la estación, lo que se indica mediante una palabra clave llamada kigo. En el poema anterior la primavera.

Se trata de composiciones sencillas que buscan la máxima simplicidad. Una dificultad particular que tenemos los occidentales para interpretarlos es nuestra tendencia a asociar poesía y metáfora. Si queremos acercarnos a la esencia de los haiku deberemos comprender que en ellos no hay metáforas. Simplemente pretenden reflejar con naturalidad algo que está ocurriendo “aquí y ahora”, un instante, una escena de la naturaleza: “lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”, nos dicen los haijin del siglo XVII. De hecho el tiempo verbal predominante es el presente. Por ejemplo en el poema de Yosa Buson:

 

 Viento del atardecer
Se ondula el agua
Alrededor de la garza

 

 Los haiku se acompañaron en ocasiones de pinturas haiga, herederas del espíritu de los monjes zen. Poema y pintura se integraban de forma natural en una única composición. Esta proximidad entre ambas artes resulta particularmente sugestiva para el aficionado a la contemplación de la naturaleza, y cómo no, para el fotógrafo de naturaleza. Es fácil encontrar una estrecha correlación entre haiku y fotografía de naturaleza. Ambas formas expresivas intentan captar un instante de la naturaleza (pensemos que llamamos a las fotos “instantáneas”) y ambas dejan entrever en muchas ocasiones la admiración y la emoción del creador. Resulta natural entonces agrupar poema y fotografía en un mismo espacio expresivo. Precisamente esa integración es lo que persigo con mis fotopoemas, composiciones integradoras de fotografía y poema.

En mis paseos por la naturaleza me gusta perderme sin rumbo fijo ni ideas preconcebidas acerca de lo que voy a fotografiar. Y observar. Me detengo frecuentemente y me pregunto: ¿qué hay aquí que no estoy viendo y que me llenaría de emoción si consiguiese darme cuenta de que está? Muchas veces ponerme a fotografiar significa perderme en un mundo distinto, suspendido el pensamiento, ajeno a todas las cosas que no estoy fotografiando. Significa comprender de forma intuitiva lo que estoy mirando, sus formas, sus colores, su armonía. Asombrarme. Con la actitud y el estado receptivo propios de un haijin en plena contemplación de la naturaleza. La siguiente foto la tomé en un paseo matutino, admirado por las gotas de rocío prendidas de una telaraña. La poeta bonaerense Elena de San Telmo, al contemplar la imagen, escribió el precioso haiku que la acompaña:

 

 

 
Teje la araña
con perlas de rocío
la telaraña.
 

Este tiempo de inmersión en la fotografía es un tiempo gratificante que me reconcilia con el mundo. Tras haber terminado de disparar, me quedo absorto, dejando reposar mi experiencia, saboreándola. Más tarde intento reconstruirla con palabras. A veces redacto un texto descriptivo, donde expongo de forma sencilla lo que he visto, lo que estaba ocurriendo “aquí y ahora”, acompañado quizá de alguna consideración más o menos literaria, alguna reflexión, acaso algún recuerdo. Y,  finalmente, consigno mi estado ánimo tras el encuentro, el registro de mi asombro.  Vuelvo a contemplar la imagen, leo el texto recién escrito, y redacto algunos breves versos que capturen la esencia de mi experiencia. Un ejemplo de todo esto es el siguiente conjunto imagen – texto – haiku, escrito en un paseo un día de viento al filo de la primavera:

 

El viento ha traído las flores del almendro hasta el aljibe. Después de esta lluvia de pétalos se mostrará por fin la esquiva primavera, como ocurre año tras año. Emocionado por esta renovación de la vida, me siento junto al camino y escribo este poema:

Flores del almendro 
En el aljibe
Viento de primavera

 

En algunas ocasiones he seguido el camino inverso, escribiendo en primer lugar el haiku, fotografiando posteriormente la escena y redactando al fin el texto descriptivo:

Hoja de otoño
Atrapada en el cristal
Del río helado

 

 

Escribí el haiku pensando que pronto llegarían las primeras heladas. Mi mente estaba llena de los colores del otoño, de la intensidad de la naturaleza antes del letargo del inverno. Hay un momento, unos días, quizá unas horas, en que el esplendor del otoño pervive cristalizado en los remansos de hielo. Dos mundos cruzándose fugaces, colores fríos y cálidos, azules y grises, rojos y amarillos. Más tarde el paisaje se vuelve blanco y todo queda en calma.

 

 Los días siguientes a la redacción del poema tuve la oportunidad de recorrer los cursos de agua de los altos valles del pirineo central. Por las noches la temperatura rozaba los diez grados bajo cero. Los días eran claros y limpios, el cielo azul intenso. El agua helada mostraba como una vitrina de cristal sus tesoros de hojas otoñales, todavía brillantes, de colores intensos. Y más tarde, el sol. El sol en la mañana fría, un comienzo de deshielo que al caer la tarde se interrumpía casi bruscamente. En mis paseos intentaba atrapar esa luz dorada, fotografiar ese mundo increíble. Casi feliz, aunque dominado por el ansia de atrapar la belleza con mi cámara de fotos. Días llenos de vida al final del otoño.

Supe entonces, sé ahora, que poema y fotografía forman parte de un mismo intento. Mis fotopoemas son, quizá, dos lenguajes que hablan de una misma emoción, la emoción indefinible de la naturaleza, de sus significados y relaciones ocultas. Un intento de mostrar la belleza de las cosas. Pero también una mirada en los espejos del agua, del hielo. Un viaje interior. En mi alma viven hojas de colores alegres.

Ciertamente la fotografía de naturaleza, la poesía, es para mí un viaje interior. Más allá de la contemplación, más allá de la emoción, un camino. Una forma de reconciliarme con el mundo. Y reconocerme. Y aceptarme:

 

 

Contempla el agua
Refleja los colores
De tu alma
 

About Marta Josa Lens

De padre aragonés y madre gallega, nací en El Perelló (Tarragona) a los 20 años me vine a vivir a Zaragoza. Parece que mi afición a la fotografía viene de lejos, ya con 8 años conseguí mi primera cámara, pero realmente la pasión por la fotografía no empezó hasta tener mi primera reflex, fue entonces cuando empecé a fotografiar todo lo que veía, y pasó a ser mi mayor afición. Allá por el año 2000, empecé a fijarme más en las aves que salían en mis fotografía de paisaje y a querer saber más de ellas y así empezó mi verdadera pasión. Descubrí que en la Ría de Ortigueira (La Coruña) había algo más que agua, había mucha vida, después descubrí El Delta del Ebro y los Galachos y Lagunas de los alrededores de Zaragoza, y fué entonces cuando sentí la necesidad de estar con personas con mis mismos gustos, con mis mismas inquietudes, compartir y aprender. Entonces conocí Asafona. Lo que más me gusta de la fotografía es que puedo llevarme a casa toda la naturaleza en mi tarjeta sin necesitad de cortar una flor, ni enjaular un pájaro, ni de dispararle a un ciervo,…